¿Con poder se tiene autoridad o con autoridad se tiene poder?

Seguramente, en más de una oportunidad, nos habremos cruzado con gente que nos dice de su jefe “¡este porque tiene chapa está donde está!!”; o “¡¿qué autoridad tiene para criticar mi trabajo?” O también “…si te lo pidió ella sabrá por qué, yo la sigo porque la tiene clara…”

Permanentemente, en cada situación que se nos presenta durante el día, percibimos “poderes” y “autoridades”, ya sea en una relación laboral como personal.

Si intentamos reflexionar un poco más profundamente sobre estos temas; podríamos empezar por preguntarnos: ¿el poder y la autoridad son solo percepciones sobre la posibilidad que tiene el otro en lograr que haga lo que me pide, o son cualidades que esa persona tiene en realidad?;  el poder “¿se adquiere, se alcanza, se negocia, se asigna?;  y la autoridad, ¿qué rol juega con el poder, cómo se vinculan, se complementan?

A ver, empecemos por el concepto de autoridad; quizás el más entendible por la mayoría de las personas dado que, casi en forma inconsciente, decimos “esta persona tiene autoridad para opinar sobre tal o cuál tema, o situación…”

Es decir, cuando comprendemos o entendemos el qué, porqué, para qué, o el cómo de lo que se nos está solicitando es muy probable que acordemos realizar lo pedido.

Es importante  aclarar que cuando hablamos de comprensión o entendimiento de algo, estamos diciendo que creemos  entender o comprender, dado que, podría suceder que en un primer momento percibimos entender la razón de la actividad a realizar; pero a medida que logramos profundizar acerca de las necesidades sobre su realización nos damos cuenta que no terminamos de entender o no estamos de acuerdo acerca de lo que se nos solicitó.

El tener en claro la razón de lo pedido, ante la solicitud de alguien, habilita al que lo solicita el ser referente acerca del conocimiento de esa “razón”; es decir, se genera un vínculo de acuerdo temporario exclusivamente para y por lo solicitado.

Por otro lado, el entendimiento de la razón “deja espacios” para definir acuerdos sobre el cómo pedir al otro; un ejemplo: se está incendiando un lugar en donde hay personas, el bombero es la autoridad que sabe cómo manejar una evacuación, si en algún momento del procedimiento alguna de las personas ofrece resistencia a lo requerido por los bomberos podría suceder que ellos  tengan alguna actitud que podría parecer hostil fuera de contexto, pero ante la situación transcurriría como normal.

Otro ejemplo, el responsable de un proyecto reúne a su equipo y le transmite la necesidad de reducir el plazo de desarrollo de unos de los productos a realizar; ante esta situación habrán personas del equipo que entenderán más que otras sobre las razones de esta solicitud, y otras ejercerán más resistencia y plantearán su disconformidad.

¿De que dependerá la reacción de unos y otros?, básicamente en el nivel de conocimiento que tengan acerca de las razones sobre esta reducción del plazo y la comprensión sobre la mejora de calidad que generará nuestra parte del trabajo.

Es decir, podríamos decir, como conclusión preliminar, que las personas perciben autoridad en el otro  en función al conocimiento del contexto y del entendimiento del valor agregado que genera su trabajo en el resultado final de lo entregado.

Bien, ahora volvamos sobre el concepto de “poder”, lo primero que genera es sensación de coerción, suena a “hacelo porque yo te lo digo”; ese “suena” tiene que ver con el no entendimiento o comprensión de la razón sobre lo pedido, suena a más una orden que una solicitud.

O sea, podríamos empezar a tratar de atar algunos cabos: a medida que se entiende más la razón de la consigna sobre lo solicitado, más se habilita a la persona que lo solicitó como referente; es decir, emana “autoridad” sobre el conocimiento de la actividad a realizar; y, al  contrario, cuanto menos se comprende el requerimiento, más se percibe la sensación de coerción y obligación de “hacer lo que se pide”, “lo hago porque tiene el poder”.

El no entendimiento de la razón impide que la persona que tenga que llevar a cabo lo requerido, entienda las consignas para realizar su trabajo, no habrá motivación dado que evaluará la poca probabilidad de realizar la actividad con éxito y, por ende, llegará a una conclusión, quizás apresurada, que no tendrá recompensa alguna, ni siquiera “una palmada en la espalda” por el buen trabajo realizado.

Como reflexión final: ¿qué sucedería si la persona que solicita a otro alguna actividad, no importa cuál fuera, se tomara el tiempo necesario para explicar la razón y que valor agrega esa persona?; y de paso, ¿qué relación tiene la aplicación de autoridad con el concepto de liderazgo?

Para reflexionar…

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